Propuesta para el desarrollo de las Ciencias Sociales y las Humanidades en México
(Documento para la discusión)
Academia Mexicana de Ciencias
Sección de Ciencias Sociales y Humanidades
Marzo de 2001
(*)Introducción
A mediados de 2000 la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) encomendó a la Sección de Ciencias Sociales y Humanidades que elaborara propuestas para ser incorporadas en un documento general sobre el desarrollo de la investigación científica en México, que se entregaría al nuevo gobierno de la República. En respuesta, la sección formó un grupo de académicos que se reunieron en varias ocasiones para sistematizar las recomendaciones y sugerencias hechas por miembros de la AMC y para elaborar un documento, el cual se entregó (en versión ejecutiva) a las autoridades de la AMC a finales del 2000. Posteriormente, el documento se amplió gracias a las observaciones de otros especialistas y se espera todavía enriquecerlo mediante su discusión en ámbitos académicos.
El propósito que anima este trabajo es contribuir a sistematizar una visión sobre las condiciones que requiere el desarrollo de la investigación y docencia en Ciencias Sociales y Humanidades en México, para elevar su calidad, pertinencia y repercusión social. El texto incluye cinco apartados: el primero remite al debate sobre el papel de la educación superior y la investigación científica en el marco de las tendencias hacia la sociedad del conocimiento; en el segundo se argumenta en torno al papel de las ciencias sociales en dicho contexto y con referencia especial a México. El tercer apartado ofrece un panorama general sobre la problemática del sistema de educación superior en las áreas de Ciencias Sociales y Humanidades, con énfasis en el nivel de posgrado; en el cuarto apartado se presentan los resultados de algunos diagnósticos sobre el sistema de investigación en el área, así como los principales problemas que dichos diagnósticos detectan. Al final del documento, en el quinto apartado, se definen y explican las propuestas del grupo.
(*) Este documento fue elaborado por un grupo de miembros de la Sección de Ciencias Sociales y Humanidades de la Academia Mexicana de Ciencias, coordinado por Roberto Rodríguez y Alicia Ziccardi en el que participaron Adrián Guillermo Aguilar, Judith Bokser, Enrique Cabrero, Paulette Dieterlen, Silvia Dutrénit, Olga Hansberg, Rafael Loyola, René Millán, Fernando Noriega, Manuel Ordorica, Martin Puchet, Vania Salles, José Manuel Valenzuela. |
I. La educación superior y la investigación científica en la sociedad del conocimiento
El fin de siglo ha sido escenario de múltiples y aceleradas transformaciones económicas, políticas y culturales. En el plano mundial asistimos a un reordenamiento general del sistema de poder, así como a cambios fundamentales en el terreno de la producción, la cultura y la organización social. La revolución informática y sus efectos en el trabajo y la cultura, la globalización del intercambio y la interdependencia de los mercados, la tendencia hacia la universalización de la democracia son aspectos clave de este cambio de época. No obstante, al mismo tiempo que se avanza hacia un tipo de formación social en que el acceso al conocimiento representa una auténtica prioridad del desarrollo, tienen lugar y se profundizan procesos de desigualdad económica, de marginación social y de deterioro ambiental hasta niveles inéditos en la historia contemporánea. La brecha entre las naciones avanzadas y las menos desarrolladas es creciente y amenaza con romper los frágiles equilibrios del nuevo orden internacional. Al mismo tiempo, se reconoce el surgimiento de nuevos modelos de desarrollo productivo basados en el uso intensivo de conocimiento, tal como sucede en algunos países del sudeste asiático.
En el terreno de la producción, los servicios y la competencia, la época actual se define por un cambio en el centro de gravedad de las principales fuentes de valor agregado. Los recursos intelectuales representan, hoy en día, insumos críticos para la producción de riqueza en la medida en que se convierten en tecnología, organización, inteligencia, productividad y consumo racional. El acceso y la aplicación de conocimientos representa así una ventaja comparativa para los individuos, las empresas y las economías nacionales. Las tesis actuales sobre el crecimiento económico resaltan el vínculo micro y macroeconómico entre el incremento de la base de conocimiento y el de la productividad. En las economías desarrolladas hay sobrada evidencia para mostrar que los sectores que utilizan sistemáticamente insumos de conocimiento y fuerza laboral educada, capacitada y entrenada, han crecido más rápidamente y generado mayores ganancias.
Las nociones de "economía basada en el conocimiento", "sociedad del conocimiento" y "sociedad del aprendizaje" describen un modelo ideal de producción y cultura en el que el conocimiento se constituye en fuerza motriz del crecimiento económico y la cohesión social. Sin embargo, aún en el mundo desarrollado, esta transformación no escapa a tensiones y resistencias. Entre las fuentes de conflicto identificadas cabe referir: las tendencias a la polarización desencadenadas por una injusta distribución de las oportunidades educativas; las pautas de exclusión laboral que provienen de cambios tecnológicos y organizativos, así como el desplazamiento de sectores productivos y laborales con capacidades de reconversión limitadas; la diferenciación entre economías con mayores o menores posibilidades de promoción de innovaciones; la confrontación entre la lógica de la producción de conocimientos en los centros académicos vs. su apropiación y uso en las empresas; la presión sobre las universidades en torno a sus ofertas curriculares y agendas de investigación; las tendencias a la privatización de las instituciones de enseñanza superior cuando son vistas en primer lugar como proveedoras de bienes cotizados en el mercado, entre otras.
Debe hacerse notar que la noción de sociedad del conocimiento es ante todo una expresión valorativa, no una denominación que cumpla propósitos descriptivos, analíticos o explicativos. Pero precisamente por su carácter utópico está orientando procesos de cambio en diversas esferas de la realidad, o más bien presiona a que diversas innovaciones originadas en los campos de la producción, la tecnología, la ciencia y la cultura converjan hacia la definición de políticas públicas.
De este modo, nuevas exigencias, demandas y oportunidades surgen ante los sistemas de educación superior y de investigación científica y tecnológica, dado su papel clave en la generación y movilización de conocimientos y por sus posibilidades de formación de sujetos con capacidades de desempeño creativo y de adaptación a los cambios. Entre las rutas trazadas para la modernización y adecuación de estos sistemas resaltan las siguientes: expansión general de la matrícula; diversificación de tipos institucionales, funciones y fuentes de financiamiento; descentralización; creación de instancias de regulación y coordinación; vinculación productiva con el entorno; implantación de fórmulas de planeación, evaluación y rendimiento de cuentas; actualización de las estructuras, instancias y métodos de operación de la administración y el gobierno universitario; instrumentación de mecanismos de aseguramiento de la calidad; flexibilidad curricular; incorporación de formas de aprendizaje a distancia, diseño de esquemas para la actualización de conocimientos y renovación de destrezas (educación para toda la vida), entre las más destacadas. Al mismo tiempo, en el campo de la investigación científica se están renovando las formas de relación con el aparato tecnológico y con el sistema de toma de decisiones en los ámbitos público y privado. La necesidad de articular un nuevo "contrato social" entre la práctica científica y el desarrollo social aparece como un tema prioritario de las agendas políticas para el desarrollo.
La propia dinámica de los sistemas de educación superior, ciencia y tecnología ha desencadenado nuevas pautas de interrelación: por una parte, estas dinámicas tienden a apoyarse mutuamente y a crear sinergia a través de medios estratégicos tales como los posgrados de investigación, los convenios de vinculación, los programas gubernamentales de fomento y los fondos privados para el financiamiento de proyectos. Por otra parte, es también visible una tendencia de separación de los ámbitos de desarrollo científico y las universidades, tendencia que se explica por motivos de especialización funcional, aunque también por la acción de fuerzas de mercado. Esta segunda tendencia, que se caracteriza por una "pérdida de atributos de la universidad" (Newman, 2000) ha propiciado la formación de varios circuitos, relativamente autónomos, de generación, difusión y aprovechamiento del conocimiento.
En los países con economías más sólidas, la prioridad concedida a la educación superior y a la investigación científica se refleja en una nueva oleada de expansión de la matrícula universitaria, y en un crecimiento significativo de la inversión pública y privada en actividades de investigación y desarrollo (I/D). En la década de los noventa la tasa de cobertura de la demanda potencial (representada por el grupo de edad comprendido entre 20 y 24 años) creció en esos países del 45% al 60%. Incluso en Europa occidental se ha registrado lo que algunos observadores denominan un "nuevo ciclo de masificación" de la educación universitaria. En tanto, en América Latina, la demanda cubierta pasó del 16% al 20% durante el mismo período, crecimiento que se explica, principalmente, por una sostenida expansión del grupo de instituciones privadas.
El contraste entre la capacidad y el gasto en I/D de los países económicamente poderosos y de los subdesarrollados es preocupante. En cuanto a la proporción de científicos y técnicos por cada 10 mil habitantes el primer grupo de países supera en casi 10 veces al segundo (3.8 contra 0.4 en 1999); en materia de gasto en I/D, la diferencia va de 2% a 0.4% en relación con el producto interno bruto respectivo (UNESCO, 2000a), lo que representa un promedio de cinco veces más en los países desarrollados. En México la proporción de gasto en ciencia y tecnología referida al PIB es aproximadamente 0.45% (México, 2000).
Además de las diferencias cuantitativas indicadas, los diagnósticos sobre la calidad de los sistemas de educación superior, ciencia y tecnología en los países de la región latinoamericana muestran un panorama desalentador en lo general, aunque con significativas excepciones: un "desempeño mixto", según lo califica el Banco Interamericano de Desarrollo (IADB, 1997). Por una parte, hay evidencias de sobrepoblación, insuficiencias de fondos, deficiencias en la administración y coordinación de los sistemas y escasa relevancia curricular (World Bank y UNESCO, 2000). Por otra, existe un conjunto de universidades y centros académicos que desarrollan funciones de docencia e investigación de alto nivel y con estándares de calidad apropiados. El problema, desde luego, radica en la escasa proporción que representan estas instituciones dentro del universo de la educación superior de nuestros países.
El desarrollo de la educación superior y de los sistemas de ciencia y tecnología en México, así como en la mayoría de los países de la zona latinoamericana, ha transcurrido entre fuerzas encontradas. En primer lugar, la expansión obedeció más a presiones de la demanda social que a requerimientos directos del aparato productivo o del sector laboral. En segundo lugar, aunque las universidades públicas continúan siendo el ámbito por excelencia en que se realiza el vínculo entre investigación científica y docencia superior, sus posibilidades de acceso a recursos compite desventajosamente con otras prioridades gubernamentales. En tercer lugar, hasta entrados los años noventa, la banca multilateral y otras agencias intergubernamentales recomendaban a los gobiernos de los países subdesarrollados canalizar sus inversiones educativas hacia la educación básica y la formación tecnológica para dejar en manos de particulares las posibilidades de expansión del nivel superior y el posgrado, lo que se tradujo en el estancamiento de las posibilidades de crecimiento y desarrollo de las universidades públicas.
Las pautas indicadas han comenzado a modificarse en los últimos años. A raíz del debate mundial sobre el valor estratégico del conocimiento (cfr. UNESCO, 1999a; UNESCO, 1999c; OCDE, 2000), se vislumbra en el horizonte una suerte de consenso sobre la necesidad de transformar los sistemas de educación superior, ciencia y tecnología, en el sentido de enriquecer su capacidad de respuesta a los requerimientos del entorno inmediato y la dinámica de la globalización. También hay coincidencia en recalcar el papel del Estado en la promoción y aseguramiento de estos cambios y sobre las responsabilidades que le competen a la sociedad civil y a la iniciativa privada para generar un proyecto de educación superior de alcance nacional.
Además, se percibe un amplio consenso en torno a la necesidad de una reforma profunda del sistema de educación superior y de investigación científica, que comprometa tanto a las instituciones gubernamentales, de los tres niveles de gobierno, como a diferentes actores de la sociedad. Nos cabe a los científicos pertenecientes a las diferentes disciplinas y áreas del conocimiento contribuir, partiendo de una evaluación crítica y constructiva de nuestro quehacer profesional, a que mediante esa reforma el país se integre al ámbito internacional en condiciones que permitan resguardar su autonomía y asegurar el bienestar social del conjunto de la ciudadanía.
II. El papel de las Ciencias Sociales y las Humanidades en la sociedad del conocimiento
Las Humanidades y las Ciencias Sociales comparten con otras disciplinas y áreas de conocimiento la misión de proveer a los individuos y a las sociedades de conocimientos, capacidades e instrumentos para expandir sus posibilidades de desarrollo y progreso, el alcance de niveles de bienestar y convivencia satisfactorios, el logro de mayores niveles de justicia y equidad. A la vez, estas disciplinas son responsables de la intelección de opciones de cambio, la anticipación de riesgos, y la definición de proyectos y cursos de acción posibles y deseables.
Al igual que la mayoría de las ciencias, las disciplinas humanísticas y las ciencias sociales cuentan con una genealogía centenaria. Como señala Wallerstein (1996), las ciencias sociales son una empresa del mundo moderno, en la medida que necesitó desarrollar un conocimiento secular y sistemático sobre la realidad que sea susceptible de validación empírica. Sin embargo, la plena institucionalización de estas ciencias como profesiones académicas ocurrió en el contexto de la posguerra y coincidió con las experiencias de planificación en el sector público y la expansión de la educación superior en el mundo.
Sin lugar a dudas, en el siglo XX, las Ciencias Sociales y las Humanidades han hecho contribuciones fundamentales para la comprensión de la vida económica, política y social de las naciones y han participado en la consolidación de los sistemas democráticos. También ha sido relevante su participación en los grandes debates ideológicos y culturales. En el último cuarto del siglo XX, las transformaciones reseñadas en la primera parte de este documento, junto con el derrumbe de los regímenes políticos del llamado "socialismo real", condujeron a las ciencias sociales a una encrucijada que las obligó a redefinir sus principales supuestos teóricos y analíticos. Esta "crisis paradigmática", como fue definida en su momento, en vez de congelar la dinámica de tales disciplinas, acicateó la búsqueda de respuestas a las demandas de conocimiento emergentes en este cambio de época.
En la actualidad, a las ciencias sociales y a las humanidades les corresponde cumplir un papel relevante en el contexto de la sociedad del conocimiento, no sólo porque, en sí mismas, son fuentes de conocimiento académicamente relevante y socialmente significativo, sino también por su contribución a definir y orientar estrategias de cambio en las políticas públicas, en la participación ciudadana, en la opinión pública informada y en la democratización del sistema político y de la sociedad. La responsabilidad de los científicos sociales y los humanistas en el escenario de la sociedad del conocimiento no se limita entonces al desempeño de una función de producción y diseminación de conocimientos especializados sino que, al mismo tiempo, comporta compromisos éticos y políticos con los principales valores del interés público.
De no menor importancia resulta la contribución del conocimiento social y humanístico en el cultivo de las disciplinas intelectuales que preparan al sujeto para enfrentar los retos de la vida contemporánea. La formación de capacidades de pensamiento complejo y crítico, así como de valores y compromisos con la realidad social y la diversidad humana, son tareas en que las disciplinas del área desempeñan un papel muy significativo a través de su función docente y mediante la divulgación de resultados de las investigaciones que se realizan.
La importancia estratégica de fomentar el desarrollo de las Ciencias Sociales y las Humanidades ha sido reconocida en distintos contextos regionales. Vale la pena citar, como un ejemplo, la reciente resolución del Comité de Ministros del Consejo de Europa, adoptada el 13 de julio de 2000, con el título "Recomendación sobre las Ciencias Sociales y el Desafío de la Transición", que en su parte medular, recomienda a los gobiernos europeos: a) establecer procedimientos de financiamiento y evaluación de proyectos en ciencias sociales que garanticen oportunidades equitativas para los investigadores que soliciten fondos, que los proyectos sean evaluados por pares académicos y que los procedimientos de asignación y evaluación sean transparentes; b) apoyar con énfasis la investigación interdisciplinaria sobre los principales problemas de la sociedad e impulsar proyectos que fortalezcan la relación entre disciplinas diversas; c) promover la formación de redes y equipos de trabajo en los niveles local, nacional e internacional; d) promover que los datos y resultados de investigación cumplan con estándares de calidad científica satisfactorios y sean disponibles para los gobiernos y la comunidad científica; e) incluir incentivos en los fondos de investigación para la diseminación pública de datos y resultados. Además, la resolución concluye que los nuevos esquemas de financiamiento de la investigación en el área, "deben reflejar el especial interés público sobre su contribución a las necesidades de la sociedad, en particular al proceso democrático." (Council of Europe: 2000).
La investigación en humanidades y ciencias sociales que se lleva a cabo en las universidades y centros de investigación de México constituye, también, una reflexión sistemática sobre los grandes problemas nacionales y aporta una crítica constructiva de la sociedad actual. Contribuye a conocer mejor los rasgos que perfilan la identidad de los mexicanos, la raigambre histórica del México de hoy y las posibilidades, retos y horizontes que tiene el país en el orden internacional. Asimismo, ayuda a entender: la pluralidad cultural; las dimensiones, tendencias y cambios demográficos; la pobreza y las desigualdades sociales; las características y limitaciones del sistema educativo, jurídico, político y económico; el legado artístico, lingüístico, documental, cultural, conceptual y simbólico; las normas y valores que nos rigen, y los procesos de transición y cambio.
Dentro de la actual agenda de las Ciencias Sociales y las Humanidades hay un conjunto de nuevos desafíos que atañen a su organización y a sus formas de reproducción y renovación. Estos nuevos desafíos son parte del compromiso de dar respuesta oportuna a las necesidades de conocimiento de una sociedad en continuo cambio. Entre otros retos se destaca la necesidad de:
III. Panorama de la educación superior en México y en particular de las áreas de Ciencias Sociales y Humanidades
Durante los años noventa, el sistema de educación superior mexicano registró importantes transformaciones en su organización, dimensión, distribución y desempeño. En 1990, la matrícula total de educación superior era de aproximadamente un millón 250 mil estudiantes, incluyendo todas las modalidades de enseñanza. En el 2000 se superó la cifra de 2 millones. Aunado al crecimiento el sistema registró transformaciones como las siguientes: a) crecimiento de la cobertura de la demanda potencial; b) recomposición de la matrícula del SES público (las modalidades tecnológicas y privadas incrementaron notablemente su proporción en el conjunto); c) reforzamiento de la descentralización de la oferta y compensación del rezago histórico en las entidades federativas más atrasadas; d) mayor concentración de la demanda escolar en las áreas y carreras profesionales asociadas a los servicios; e) crecimiento del nivel de postgrado; f) equilibrio de la proporción de hombres y mujeres en las licenciaturas universitarias.
Junto con estos cambios, que de hecho corresponden a dinámicas sociales y políticas que se dieron en el país, en la década de los noventa se incorporaron nuevos planteamientos y se introdujo la aplicación de un nuevo repertorio de instrumentos de evaluación de la actividad académica, tales como: el financiamiento diversificado, la evaluación y acreditación, la rendición de cuentas, el fortalecimiento de infraestructuras, el aseguramiento de la calidad y la importancia de la vinculación con la sociedad.
Puede afirmarse que las tendencias de cambio que desarrolló el sistema en la década son, en parte, resultado de estrategias e instrumentos operados desde la administración pública, pero también son producto de la gestación de nuevos arreglos y transacciones entre las instancias gubernamentales y los distintos subsistemas de enseñanza superior. No menos importancia poseen las transformaciones impulsadas desde las propias instituciones en ámbitos tales como el régimen jurídico sustantivo, la organización académica y las estructuras y contenidos educativos. Cabe añadir a ello las transformaciones derivadas de la actuación de los agentes involucrados en la educación superior privada y, por último, los cambios originados en las orientaciones, preferencias y comportamientos de la demanda.
Vista así, la dinámica de cambios se origina en la intersección de múltiples lógicas políticas y sociales, cuya convergencia es contingente y no exenta de tensiones. Sin embargo, desde una perspectiva general puede afirmarse que, además de la dinámica de expansión y diversificación ya señalada, las universidades públicas del país experimentaron cambios fundamentales en tres áreas de su organización: normatividad, formación de profesores y evaluación.
No obstante que el crecimiento de la matrícula en el último sexenio fue extraordinario -gracias a la inversión pública en el segmento de educación superior tecnológica y a la inversión privada en el segmento universitario- ya que se crearon más de 900 mil nuevas plazas para estudios de técnico profesional, licenciatura y posgrado, el nivel de atención a la demanda representado por la proporción de la matrícula en el grupo de 20 a 24 años de edad es todavía insatisfactorio: el 19% de cobertura del caso mexicano es inferior a la media latinoamericana y está muy por debajo del correspondiente a los países industrializados o de reciente industrialización.
Dentro del segmento del sistema de educación superior que concentra las disciplinas sociales y administrativas, así como a las humanidades, la dinámica de crecimiento reciente ha sido también extraordinaria. Según el registro de 1999-2000, la población de estudiantes en licenciaturas de las áreas de Ciencias Sociales y Humanidades concentra el 55.2% de la inscripción total, proporción que supera en un 4% a la observada en 1990. Del total de inscritos en esas áreas más de tres cuartas partes corresponde a carreras asociadas con la gestión pública (administración pública, relaciones internacionales, economía) o privada (administración, contaduría, derecho). Otro tanto sucede en el dominio de las humanidades, en que más de la mitad de los estudiantes opta por carreras del área educativa, particularmente pedagogía. En otras palabras, el volumen de la matrícula del área correspondiente a disciplinas propiamente académicas (i.e. ciencia política, sociología, antropología, filosofía, letras, historia) es minoritario en la distribución: aproximadamente un 8% del estudiantado de licenciatura corresponde a disciplinas sociales con vocación académica y un 2% a humanidades. Esta cifra (10%) de la matrícula total, equivale a poco más de 180 mil estudiantes, de los cuales aproximadamente el 20% está inscrito en alguna universidad pública que desarrolla funciones de investigación y ofrece posgrados (México, 2000; ANUIES, 2000).
En cuanto al posgrado, de un total de 118,237 inscritos, el 42.3% se concentra en el área de ciencias sociales y administrativas y un 21.7% más en humanidades y educación. Es decir, el 64% de la matrícula total de posgrado corresponde a estas disciplinas (dato de 1999-2000). Esta distribución varía notablemente según el grado que se considere: en maestría la proporción alcanza el 75% del total y en doctorado apenas rebasa el 40%, lo que refuerza la observación ya hecha a propósito de la licenciatura, en el sentido de que es minoritaria la proporción de estudiantes de Ciencias Sociales y Humanidades que se encamina a la investigación o la docencia.
Para precisar esta última observación, se hace notar que no más de 10 mil estudiantes de maestría y no más de mil en doctorado corresponden a vocaciones académicas en Ciencias Sociales y Humanidades, lo que nos lleva a proporciones similares a las observadas en licenciatura. Cabría sin embargo un matiz: en esta aproximación hemos dejado al margen a casi 20 mil estudiantes de maestría y a mil cien de doctorado que cursan posgrados en educación de los cuales puede estimarse que, al menos los inscritos en doctorado, se incorporarán a labores de investigación y docencia.
Otro dato que resalta en la información disponible, es que dentro del padrón de posgrados de excelencia que maneja el CONACyT, sólo se incluye al 12.4% del total de posgrados en ciencias sociales y administrativas, lo que implica que menos de 5 de cada 100 alumnos están inscritos en un programa reconocido por el padrón de excelencia.
En relación a la situación que prevalece en el ámbito de la investigación en estas áreas, cabe destacar algunos rasgos generales:
Además de estos indicadores, diversos diagnósticos sobre la problemática del área aportan otros datos para discernir la situación vigente y para encauzar propuestas. A continuación consideramos algunos de estos diagnósticos y sus resultados más notables.
IV. Algunos diagnósticos sobre las Ciencias Sociales y las Humanidades
Perló y Valenti (1994), con base en una muestra de 60 entrevistas a investigadores en activo de diferentes disciplinas de las Ciencias Sociales y las Humanidades identificaron un conjunto de problemas relacionados con diversos aspectos de la práctica profesional, la organización y gestión del conocimiento, y la dimensión institucional de la investigación. Algunos de los problemas detectados son los siguientes:
Béjar y Hernández (1996), en una investigación comparada de diversos centros de investigación de ciencias sociales, concluyen que los problemas y obstáculos que dificultan el desarrollo de estas disciplinas en el ámbito académico radican en una gran heterogeneidad de los niveles de preparación académica de la planta de investigadores, en las carencias que observa la formación y actualización de los investigadores, en una escasa capacidad de gestión y liderazgo en los centros de investigación, en insuficiencias, a menudo graves, de recursos de infraestructura, en la debilidad de los vínculos entre instituciones y, asimismo, en la falta de una mayor vinculación entre las funciones de investigación y docencia.
Muñoz (1994) abunda sobre la problemática de la heterogeneidad institucional y señala que: "El conjunto institucional que da cabida a las ciencias sociales se ha diversificado en una lógica de desigualdad. Esto significa que entre las instituciones hay condiciones y capacidades muy diferentes para investigar y enseñar, lo que se refleja en un proceso formativo en el que una parte de los recursos humanos no consigue obtener la competitividad suficiente para ejercitar una academia reconocida." (p.142)
Por su parte, Kent (1994) hace notar que las ciencias sociales en México, en cuanto actividades profesionales, han tenido relación casi exclusivamente con el estado y con el sector académico, mientras que "los diversos grupos sociales sean empresarios, movimientos, grupos políticos o asociaciones- se han vinculado esporádica, discontinua o desigualmente con los practicantes y los productos de las Ciencias Sociales (lo cual) está relacionado con la necesidad poco sentida por diversos grupos y organismos sociales de contar con información y conocimientos sistemáticos sobre la sociedad y sobre sí mismos."(pp. 263-264).
En su estudio sobre la investigación universitaria en Ciencias Sociales y Humanidades, Pacheco (1997) arriba a la conclusión de que "la desigual distribución de los recursos financieros, materiales y humanos para la investigación, la falta de estímulos reales para fortalecer la carrera del investigador y la fuerte dependencia existente entre la actividad de investigación y los centros de educación superior y universitarios han influido de manera significativa en los estilos y logros de la investigación en ciencias sociales." (p. 112).
En un estudio reciente de Kent y colaboradores (en prensa) sobre cinco instituciones de investigación en ciencias sociales del interior del país, se explicitan los siguientes hallazgos, que atañen a las condiciones que favorecen o dificultan el desarrollo institucional para la investigación social:
En el estudio de Alvarado et al. (2001) sobre la producción editorial de una muestra de "académicos distinguidos" (académicos de la UNAM con premios Universidad Nacional y premios Jóvenes Académicos en Ciencias Sociales; en su conjunto, la base de productos de la muestra son 969 fichas), se demuestra que:
Además de los problemas específicos indicados en esta serie de diagnósticos, se reconoce también la carencia de estudios y evaluaciones sobre el sistema en su conjunto y sobre las partes que lo forman; de ahí que, además de las líneas de desarrollo que a continuación se proponen, se insista en la necesidad de diseñar y poner en operación un proyecto de sistematización de la información disponible sobre el área así como estudios en profundidad acerca de los procesos de cambio que se registran en el nivel de la práctica de investigación y en el plano de la gestión institucional.
V. Propuestas para el desarrollo de las Ciencias Sociales y las Humanidades en México
El desarrollo de las Ciencias Sociales y las Humanidades en México es una tarea que compete, en primera instancia, a los sujetos que realizan la práctica de la investigación y la docencia en estas áreas, tanto en lo individual como en forma colectiva. También a las universidades, institutos y centros en que dicha investigación y docencia tiene lugar; y desde luego a las instancias del gobierno encargadas de diseñar y llevar a cabo las políticas de educación superior, ciencia y tecnología en el país.
Los diagnósticos realizados en este campo de conocimiento apuntan, en términos generales, a poner de relieve la importancia de una política académica que tienda a incrementar la capacidad de los recursos materiales y humanos disponibles; a reforzar los vínculos entre instituciones y grupos académicos; a construir o consolidar relaciones orgánicas entre las funciones de investigación y docencia, particularmente en el nivel de posgrado aunque sin olvidar las licenciaturas del área; a profundizar el interés de la investigación académica sobre los grandes problemas sociales y culturales del país; a construir nuevas formas de liderazgo académico, y a fomentar la participación de las Ciencias Sociales y las Humanidades que se cultivan en el país con la comunidad de pares académicos en el plano internacional.
En función de esos objetivos, apreciamos que las políticas de fomento a la investigación en Ciencias Sociales y Humanidades deben ser, ante todo:
Desde esta visión general, se propone, en primer término, que la comunidad científica, las instituciones de educación superior, los centros e institutos de investigación y las instancias gubernamentales responsables de las políticas de educación superior e investigación científica adopten las siguientes líneas generales de acción:
2.Líneas de acción, objetivos y estrategias
Desarrollo de la investigación
Objetivos. Impulsar el avance, desarrollo y consolidación de líneas y proyectos de investigación académicamente relevantes y socialmente pertinentes. Propiciar líneas y proyectos que respondan a las transformaciones de las disciplinas y áreas de conocimiento de las Ciencias Sociales y las Humanidades, así como a las problemáticas emergentes de la dinámica social y cultural del país. Fortalecer líneas de investigación en teoría y metodología y abrir nuevas líneas y proyectos de investigación aplicada.
Estrategias. Reforzar y consolidar líneas de investigación en proceso que han demostrado calidad y proyección en ámbitos nacionales e internacionales. Instrumentar
proyectos de investigación de largo alcance (proyectos nacionales), líneas de investigación multidisciplinarias y proyectos interinstitucionales. Fomentar la investigación aplicada a través de convenios con el sector público, organizaciones no gubernamentales, sectores sociales y empresas de iniciativa privada.Superación y renovación del personal académico
Objetivo. Orientar el crecimiento y la renovación de los investigadores con el propósito de fortalecer los niveles de calidad y competencia de la planta académica en Ciencias Sociales y Humanidades.
Estrategias. Prever y planear la renovación de las plantas académicas maduras bajo un esquema que garantice la supervivencia de líneas de investigación que se cultivan desde hace tiempo y, al mismo tiempo, que genere nuevas líneas y proyectos de investigación que atiendan temas emergentes. Revisar el perfil de investigador que se inicia en el campo y valorar las ventajas y desventajas de incorporar exclusivamente a académicos con grado de doctor. Establecer planes de retiro digno para el personal de mayor edad. Diseñar e instrumentar planes que anticipen una renovación gradual de la planta académica. Incorporar tanto a los nuevos investigadores como a los establecidos en programas diferenciados de actualización y renovación de conocimientos. Buscar formas de comunicación que permitan trasladar conocimientos y experiencias de la generación madura a la generación joven.
Articulación de la investigación con la docencia y la formación de recursos académicos
Objetivos. Establecer vínculos sistemáticos entre la investigación que se realiza en las áreas de Ciencias Sociales y Humanidades y los programas de docencia de licenciatura y posgrado. Abrir los ámbitos de la investigación hacia la comunidad académica en general a través de proyectos docentes no formales.
Estrategias. Alentar la enseñanza frente a grupo de la planta de investigadores tanto en programas de licenciatura como en posgrados. Estimular la participación de los investigadores como lectores, tutores, directores de tesis y jurados. Ofrecer desde los ámbitos de investigación opciones de formación, actualización y educación permanente (organizar cursos, diplomados, seminarios, etc.). Participar en la reforma de planes de estudio de licenciatura y posgrado en las áreas de las Ciencias Sociales y las Humanidades. Ofrecer desde los centros de investigación con mayor capacidad académica opciones de formación de posgrado, especialmente doctorados.
Internacionalización
Objetivos. Lograr una presencia internacional de la práctica de investigación en Ciencias Sociales y Humanidades que se realiza en México. Acceder oportunamente a la información de líneas y proyectos de investigación que se realizan en otros países y regiones. Contar con información sobre las tendencias y corrientes de pensamiento en los respectivos campos disciplinarios.
Estrategias. Diseñar programas de intercambio y movilidad académica. Fomentar la publicación en medios internacionales y a través de medios electrónicos. Elevar los estándares de las publicaciones periódicas del área y convocar a la comunidad internacional a publicar en nuestros medios. Establecer redes de intercambio de información y convenios con centros afines en el extranjero. Acceder a cátedras patrimoniales para que en los centros del país participen académicos extranjeros destacados.
Mejoramiento de las condiciones de vida de los investigadores
Objetivo. Mejorar las remuneraciones y las condiciones de vida de la planta de investigadores en Ciencias Sociales y Humanidades.
Estrategias. Buscar alternativas para la remuneración digna de los académicos dedicados a la investigación que complementen al SNI. Asimilar los actuales bonos de productividad al salario académico; idear nuevos mecanismos de recompensa por productividad (por ejemplo, trasladar recursos a los equipos de investigación que participan en proyectos financiados). Ofrecer estímulos y prestaciones atractivos para estimular vocaciones hacia la investigación. En las instituciones
: ofrecer recursos materiales suficientes para un desempeño apropiado de la práctica de investigación (instalaciones, equipo, comunicaciones, acervos, etc.), y apoyar con recursos humanos (ayudantes, técnicos, servicios secretariales) a la planta de investigadores.Difusión y diseminación de los resultados y productos de la investigación
Objetivo. Mejorar las formas de difusión, distribución, divulgación y diseminación de los resultados y productos de la investigación en Ciencias Sociales y Humanidades.
Estrategias. Diseñar y poner en operación una política editorial que considere prioritaria la publicación y distribución de resultados de investigación. Diseñar estrategias de distribución y diseminación más efectivas. Apoyar proyectos de internacionalización editorial en el campo de las Humanidades y las Ciencias Sociales.
Sistematización de las prácticas y productos de la investigación
Objetivo. Avanzar hacia la formación de un sistema articulado de investigación en Ciencias Sociales y Humanidades.
Estrategias. Elaborar padrones, registros, bases de datos, bancos de información y catálogos sobre las instituciones, investigadores, líneas de investigación, proyectos y publicaciones (colecciones editoriales, revistas y otros formatos). Buscar la operación de redes y sistemas para el mejor aprovechamiento de los recursos con que cuenta el área a nivel nacional. Fomentar la sistematización de las citas y referencias bibliográficas de los investigadores del área.
En segundo término, se requiere promover entre las instituciones dedicadas a la investigación científica, y ante las instancias gubernamentales responsables de las políticas de desarrollo de la investigación científica, las siguientes líneas institucionales de acción:
Renovación organizativa
Objetivos. Promover formas de racionalización y gestión académica que apoyen el financiamiento y administración de proyectos, así como el acceso a recursos de infraestructura y servicios para la investigación. Fomentar relaciones de intercambio entre instituciones. Incrementar la eficiencia de la administración de los centros de investigación.
Estrategias. Establecer procedimientos de evaluación, transparencia en el manejo de los recursos y rendición de cuentas de la administración y gestión de los centros de investigación. Establecer planes y programas para mejorar la gestión y administración de los centros. Establecer instancias para la administración de proyectos con financiamiento. Establecer instancias que ayuden a los investigadores a la obtención y administración de fondos para sus proyectos. Establecer redes institucionales a través de las cuales se identifique, sistematice y divulgue el acervo de proyectos de investigación en proceso y de productos de investigación.
Vinculación social
Objetivo. Lograr una relación más estrecha y dinámica entre los centros productores de conocimiento y posibles usuarios. En particular, vincular de manera estable y continua
dichos centros con el sector productivo y de servicios, con distintos ámbitos de gobierno, con organizaciones académicas, sociales y no gubernamentales y con la sociedad en general.Estrategias: Establecer convenios y contratos de investigación con sectores del gobierno y la iniciativa privada. Convenir con el sector gubernamental el acceso a bases de datos y otras fuentes de información. Buscar incidir en la definición e instrumentación de políticas sociales y culturales. Participar en programas de gobierno que requieren de componentes de investigación y gestión social. Establecer redes de contacto entre la academia, las organizaciones y los grupos sociales.
Colegiación
Objetivo. Promover formas asociativas entre investigadores que permitan definir estrategias colectivas para el desarrollo de la profesión académica en Ciencias Sociales y Humanidades.
Estrategias. Estimular el encuentro entre investigadores y promover formas académicas de colegiación. Estimular la participación de los investigadores en asociaciones y colegios académicos de carácter nacional e internacional. Estimular la participación colegiada en la definición de planes de desarrollo institucional y para el acceso y distribución de recursos. Apoyar la realización de actos académicos (foros, simposios y congresos) con la participación de las asociaciones y colegios académicos.
Liderazgo, cooperación y competitividad
Objetivos: Reconocer e impulsar los liderazgos académicos en las Ciencias Sociales y las Humanidades del país. Propiciar encuentros académicos entre grupos líderes y nuevos grupos de investigación. Crear sinergia entre las comunidades con mayor grado de avance académico y las comunidades incipientes. Acceder a niveles de competitividad en el plano de la comunidad académica internacional.
Estrategias. Identificar grupos que ejercen una posición de liderazgo en cada campo de las Ciencias Sociales y Humanidades. Estimular el contacto entre esos grupos líderes y los cuerpos académicos que se inician en la investigación. Establecer convenios de intercambio para potenciar la función de liderazgo académico. Establecer programas de desarrollo que tiendan a la competitividad académica internacional.
Descentralización
Objetivo: Lograr que la investigación en Ciencias Sociales y Humanidades tenga presencia en las diferentes regiones y estados del país promoviendo la descentralización de las actividades y recursos humanos y financieros.
Estrategias: En los casos en que sea posible, trasladar grupos de investigación a sedes foráneas o a instituciones de enseñanza superior con capacidad de acoger estos grupos a través de programas de intercambio, año sabático, u otras opciones. Estimular la presencia de investigadores de alto nivel en los proyectos de creación e instalación de nuevos centros de investigación en el país. Proponer y apoyar la creación de centros de investigación fuera del Distrito Federal, particularmente con temas novedosos y relevantes desde una perspectiva regional.
Financiamiento
Objetivos. Reforzar a través de recursos financieros tanto a las instituciones como a los investigadores. Abrir posibilidades para la realización de proyectos de largo alcance y estimular la realización de proyectos interinstitucionales y multidisciplinarios. Propiciar el acceso a fuentes de financiamiento complementarias.
Estrategias. Incrementar sustancialmente el financiamiento ordinario para las instituciones de enseñanza superior y los centros e institutos de investigación en Ciencias Sociales y Humanidades. Establecer fondos específicos (concursables) para el reforzamiento (infraestructura, equipo y acervos) de las unidades de investigación y docencia. Establecer fondos prioritarios para estimular la realización de proyectos vinculados a los problemas sociales y culturales del país. Establecer fondos de fomento a la investigación, en especial para grupos y equipos de trabajo.
Ampliación y consolidación de infraestructura
Objetivos. Obtener recursos para la creación de nuevos centros de investigación y para mejorar el equipamiento de los que ya existen. Ampliar la base material de la investigación en Ciencias Sociales y Humanidades creando espacios propios para la investigación en estos campos de conocimiento, en especial en aquellas entidades y regiones del país que carecen de recursos de infraestructura.
Estrategias. Reforzar los recursos de infraestructura y equipamiento de los centros de investigación existentes. Canalizar recursos para la creación de nuevos centros de investigación en el interior del país. Dar prioridad al otorgamiento de recursos para crear, ampliar y mejorar los acervos bibliográficos, hemerográficos y documentales, así como al equipamiento en de cómputo y telecomunicaciones.
Nota final
Como el título de este texto lo sugiere, se trata de una contribución inicial para abrir la discusión sobre las posibilidades de desarrollo del sistema de ciencias sociales y humanidades en México. El grupo de académicos que lo suscriben lo somete a la consideración de la comunidad de investigadores del área con el ánimo de estimular la discusión y buscando enriquecer la visión y la propuesta de lineamientos prácticos planteadas.
Bienvenidas todas aquellas aportaciones, comentarios y críticas que hagan posible contar, a corto plazo, con una visión compartida sobre los desafíos y oportunidades que nos permitirán renovar las prácticas de investigación en el área.
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